Perdí dos horas de mi vida en una sucursal bancaria

diciembre 26, 2024| neoFinanzas | bineo

Perdí dos horas de mi vida en una sucursal bancaria

Hay cosas en la vida que nunca quieres hacer: lavar los trastes después de una carne asada, enfrentarte a la báscula después de las fiestas… y, por supuesto, pisar una sucursal bancaria

Pero a veces, la vida te lanza retos inesperados, como cuando mi aplicación del banco decidió bloquearme con una excusa casi insultante: “Actualiza tus datos”

Claro, porque actualizar mis datos desde la app sería demasiado fácil; tenía que ser en sucursal. 

Así que pedí permiso en el trabajo con esa mezcla de culpa y esperanza de quien está a punto de enfrentarse a lo inevitable. Salí corriendo porque, como todos sabemos, las sucursales cierran a las 4 PM, un horario que parece diseñado por alguien que jamás ha trabajado. 

Llegué con la mentalidad de “rápido y sencillo”, pero el destino tenía otros planes. 

 

La fila que nunca terminaba 

Desde que crucé la puerta, supe que estaba en problemas. Ahí estaba una fila kilométrica de gente con cara de fastidio y resignación. 

Pedí mi turno: el número 45. Volteé a la pantalla y casi me da un infarto. Iban en el 30. ¿Qué clase de castigo es este? 

Decidí sentarme a esperar. Saqué mi celular (a escondidas, claro), pero la batería estaba en sus últimos suspiros. “No pasa nada”, pensé. “Esto no puede tardar tanto”. Spoiler alert: sí podía. 

Alrededor, las conversaciones murmuraban que el sistema estaba lento, que ya llevaban más de una hora esperando solo para hacer un depósito

Al mirar a hacia todos lados, confirmé que nadie parecía estar disfrutando su estancia ahí. Algunos estaban inquietos, y unos cuantos más parecían haber aceptado su destino como habitantes permanentes de la sucursal.  

Estaba convencido de que cualquier cosa sería mejor que permanecer de pie durante lo que prometía ser una eternidad. 

 

El compañero incómodo 

Después de unos minutos de espera, una persona se sentó a mi lado. Al principio, todo bien. Pero luego empezó a toser. 

Y no una tos discreta, no. Era una tos potente, como si estuviera anunciando el fin del mundo. Intenté moverme con disimulo, pero ya no había asientos libres. 

Así que me quedé ahí, aguantando cada tosida como si fuera un golpazo directo a mi salud mental. ¿Por qué tenemos que pasar por esto?, era el pensamiento que daba vueltas en mi cabeza. 

 

Un reloj que no perdona 

El tiempo pasaba, miré mi reloj, llevaba una hora ahí y el marcador de turnos apenas iba en el 38. Entre el ruido, la música genérica de fondo y el señor tos-tos a mi lado, ya sentía que estaba perdiendo la cabeza.  

Lo peor era que muchos de los ejecutivos parecían estar ocupados en tareas que no involucraban atender clientes. De vez en cuando, veía a uno desaparecer detrás de una puerta o quedarse frente a su pantalla, probablemente resolviendo algo "urgente", aunque desde mi perspectiva, nada podía ser más urgente que la fila. 

Para entonces, mi paciencia estaba al borde del colapso. La imagen de mi escritorio en el trabajo flotaba en mi mente, recordándome que tenía cosas pendientes y que este trámite no solo me estaba robando tiempo personal, sino también profesional. 

 

Finalmente, mi turno... o eso creí 

El turno 45 apareció en la pantalla. Me levanté como si me hubieran llamado a recibir un premio. 

El ejecutivo me recibió con una sonrisa que, en ese momento, me pareció casi cruel. Tras explicarle mi situación, comenzó a teclear con rapidez. Parecía que todo iba viento en popa. 

Pero, como toda buena tragedia, el giro dramático estaba por llegar. 

—Lo siento mucho, pero este trámite no puede completarse hoy. Necesitarás regresar en dos días. Hay un problema con el sistema y no podemos procesarlo ahora. 

¿Quéeee? Sentí que el mundo se detenía. Dos horas de mi vida perdidas para que me digan que tengo que regresar. Mi paciencia, que ya estaba colgando de un hilo, oficialmente colapsó. 

¿Es una broma? No, no lo era. 

Me quedé en silencio, intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿Había pasado dos horas ahí para nada? Al parecer, sí. 

 

¿De verdad tiene que ser así? 

Salí de la sucursal con una mezcla de enojo y resignación. Mientras caminaba hacia mi coche, no podía dejar de reflexionar sobre lo absurdo de la situación. 

En un mundo donde puedo pedir comida, pagar servicios y hasta hacer videollamadas con un solo clic, ¿cómo es posible que un banco me haga pasar por esto para algo tan simple como actualizar mis datos? 

La respuesta, evidentemente, está en los bancos que se resisten al cambio. Es aquí donde la banca digital se convierte en la salvación que todos necesitamos. 

Imagínate un banco sin filas, sin turnos, sin horarios que terminan a las 4 PM. Un banco donde puedes hacer todo desde tu celular, en minutos y sin escuchar a nadie toser a tu lado. Ese banco existe, y se llama bineo, el primer banco 100% digital en México. 

 

El verdadero valor del tiempo 

A veces, el tiempo se nos escapa sin darnos cuenta y, cuando lo pensamos, ya pasó y no hicimos nada que realmente valiera la pena.  

Pues así, en esas dos horas perdidas en la sucursal, me di cuenta de todo lo que pude haber hecho. Desde avanzar en el trabajo, hacer ejercicio, hasta echarme un café con los amigos, lo que sea menos estar ahí. 

Y sabes qué, la verdad, no hay nada peor que sentir que tu tiempo se va volando sin que tú lo decidas. Pero al mismo tiempo, me hizo reflexionar: ¿por qué seguir perdiendo el tiempo en algo tan simple cuando hay mejores formas de hacerlo?  

Hoy en día, con todo lo que hay a la mano, tenemos que aprovechar cada minuto, ya sea para crecer en el trabajo o disfrutar con los que queremos. 

Así que, la próxima vez que estés a punto de perder esas preciosas horas en una sucursal bancaria, piensa en todo lo que puedes hacer con ellas.  

Porque la vida está para vivirla, no para estar esperando.